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A room for London: el hotel de una sola habitación El lucro no siempre es la motivación que lleva a fundar un negocio hotelero. En algún caso es una razón tan poco corriente como el arte. Es lo que ocurre si se viaja al Southbank Center de Londres y se sube hasta la terraza del Queen Elizabeth Hall: ojo quien se lo tome al pie de la letra porque la sorpresa será mayúscula al descubrir allí arriba un barco. En realidad no es tal sino un hotel con esa forma, elegida así para homenajear el vapor con el que Marlow, el protagonista de la novela de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas, remontaba el río Congo: tiene una parte baja en forma de casco y un frontal que imita el puente de mando de una embarcación fluvial. Lo cierto es que, para ser exactos, se trata de un proyecto artístico concebido por Fiona Banner y el estudio David Kohn Architects, con el que ganó el concurso organizado por Living Architecture y Artangel, dos entidades que tratan de impulsar una combinación de arquitectura y arte contemporáneo en la capital británica con motivo de la celebración de los Juegos Olímpicos 2012.

Una habitación con vistas

El resultado se llama A room for London: Roi des belges y, como indica su propio nombre, no sólo hay referencia literaria sino también descriptiva: únicamente tiene una habitación. Eso sí, el conjunto está ubicado en la zona olímpica dedicada a la cultura, el London 2012 Festival; mens sana in corpore sano. Porque de lo que se trata es de pasar una noche en ese privilegiado entorno, de ahí que sólo se pueda reservar por ese tiempo y que las plazas -por pareja- estén cubiertas ya hasta diciembre. Está por ver si para entonces se abrirá un nuevo período de reserva, ya que se pretende que pueda disfrutarlo la mayor cantidad posible de gente. ¿Y qué es lo que ofrece A room for London? Pues grandes lujos precisamente no. Es un alojamiento sencillo, agradable, con grandes vistas al Támesis, el Big Ben y St. Paul desde la terraza, cama doble (convertible en dos individuales), una pequeña cocina con microondas, nevera y mesa, un cuarto de baño con ducha y una biblioteca no mucho mayor. O sea, pensado para dos personas (el invitado debe tener más de 12 años) y con acceso prohibido a mascotas, salvo perros guía. Perfecto, pues, para una breve y relajante escapada (aunque alguno no desconectará del todo, ya que hay Internet Wi-Fi). Al relax ayuda el precio, que, acorde con la idea inicial de renunciar al lucro en favor de la experiencia artística, no pasa de 140 euros.
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