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Aunque catalán de nacimiento, la vida de Joan Miró siempre estuvo muy ligada a la isla de Mallorca. En ella encontró la inspiración para crear muchas de sus obras y vivió largas temporadas, descansando y trabajando a partes iguales, hasta su fallecimiento en 1983 a los 90 años de edad. Es tal la importancia de este personaje en la isla, que una visita a la Fundació Pilar i Joan Miró durante tu escala en Palma de Mallorca es absolutamente imprescindible. Y es que seas un gran amante del arte o no, no debes perder la oportunidad de acercarte a la atmósfera de trabajo de uno de los artistas más carismáticos e internacionales que han salido de nuestras fronteras. Los tres edificios que albergan la Fundació Pilar i Joan Miró están situados en un entorno privilegiado, junto a un magnífico jardín donde se expone una colección de esculturas del artista, rodeadas de vegetación y muy cerca de un gran estanque en el que nadan los peces. Si a todo ello añadimos las hermosas vistas del mar Mediterráneo, resulta sencillo comprender qué indujo al catalán a elegir esta finca para instalar su lugar de trabajo. Tras la visita al edificio Moneo, sede de la fundación donde se expone una gran colección de cuadros, esculturas, dibujos y objetos de Joan Miró, y la visita a Son Boter, una casona señorial mallorquina donde el artista descansaba y trabajaba, puedes dejar para al final el Taller Sert, estudio del artista donde aún hoy se conservan muchas de sus obras inacabadas como si estuviesen esperando el regreso de su creador. Y aunque la Fundació Joan i Pilar Miró sea uno de los platos fuertes en cualquier escala en Palma de Mallorca, hay muchas otros lugares que no deberías dejar de ver antes de continuar tu crucero por el Mediterráneo: la impresionante Catedral gótica levantada junto a la bahía y el Castillo de Bellver con sus inigualables vistas de la ciudad son dos excelentes opciones que te ayudarán a completar el día. Pero, sobre todo, no se te ocurra zarpar hacia tu próximo destino sin pedir una llagosta (bocadillo típico) en el bar Bosh: un clásico de la ciudad que, situado en el Paso del Borne, constituye una estupenda parada después de la visita a la Catedral. Nada mejor que sentarse en su terraza a observar el trasiego de lugareños y turistas para cerrar tu escala en Palma de Mallorca de la mejor manera posible.
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