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El 10 de agosto de 1628 se fletaba en Estocolmo el mayor buque de guerra construido hasta el momento.

El Rey de Suecia, Gustavo II Adolfo, había comenzado una guerra con Polonia en la llamada Guerra de los Treinta años y precisaba de un gran buque para transporte de hombres y armamento. El mismo día en que pretendían que surcara el mar báltico, el suntuoso buque se hundió debido a un mal cálculo del gran peso que llevaba mal repartido y los vientos que azotaron el mar ese día. Duró 10 minutos sobre el agua para el asombro de todos los paisanos que lo veían zarpar maravillados. Más de 300 años después, Anders Franzén, un arqueólogo marino que llevaba tiempo buscándolo, encontró en su plomada en la bahía de Estocolmo un antiquísimo trozo de roble, el material con el que estaba hecho el navío. Le costó mucho tiempo y esfuerzo encontrar un sustento económico y mano de obra para rescatar de las profundidades el Vasa. Los buzos de la expedición colocaron grandes cables debajo del barco para hacerle emerger en la superficie. El Vasa vio la luz el 24 de abril de 1961. Hoy en día, el navío Vasa, afanosamente restaurado mediante complejos tratamientos para la madera, cuero y otros elementos que se encontraron en su interior, se encuentra protegido en el museo Vasa de Estocolmo, el más visitado de Suecia e inaugurado en 1990.  En él se puede ver todo el proceso de rescate y restauración mediante estupendas maquetas, una película que cuenta su historia y su rescate, cómo era la vida a bordo del barco, objetos personales encontrados en su interior restaurados y por supuesto el impresionante barco. Su mascarón de proa y su popa son los elementos que más destacan gracias a su elementos escultóricos.
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