Grecia es uno de esos destinos que ejercerán sobre tí una poderosa y atractiva sugestión, tanto si eres de ese tipo de viajero que gusta de visitar yacimientos arqueológicos y museos como si prefieres tumbarte al sol en la playa y disfrutar del clima mediterráneo. Pero, además, el país heleno cuenta con una baza extra: su extraordinaria
gastronomía.
En efecto, comer en
Grecia es un deleite para el paladar más exigente. Con una
tradición culinaria que hace juego en antigüedad con las propias ruinas clásicas, cuando degustes
in situ alguna de las delicias que te ofrecerán su restaurantes estarás haciendo algo no muy distinto a lo que se hacía hace
dos o tres milenios, ya que la cocina típica ha pervivido desde entonces con muy pocas diferencias.
Esto es algo que queda patente de forma especial en las mil y una islas que se desperdigan por el mar Egeo, sobre todo las más pequeñas, menos influenciadas por el turismo. Pero no te preocupes porque no saldrás decepcionado de las grandes ni de la zona continental.
Tras la visita cultural es toda una experiencia hacer un alto y recorrer las calles donde se multiplican los
establecimientos hosteleros, con sus carteles de pizarra anunciando platos tradicionales y los camareros a la puerta invitándote a entrar y probar sus
especialidades. Un vistazo a lo que comen en las mesas, algo fácil, ya que las terrazas son habituales- bastará para que la boca se te empiece a hacerse agua.
¡A comer!
Cuando te decidas, prepárate a entrar en el mundo de los sabores griegos, de corte claramente
mediterráneo. Suelen empezar con un
entrante (
mezze) servido con pan de pita o normal y varias salsas para mojar, de las que cabe destacar el
hummus (puré de garbanzo y sésamo) y el
tzatzki (salsa de pepino y yogur con ajo). Otra opción es la sopa, sea consomé (
avgolémono), sea algo más consistente.
Después se acostumbra a servir
ensaladas, verduras u hortalizas como tomate, berenjena, pimiento, aceitunas, alcaparras o calabacín, siempre aliñadas con aceite de oliva, limón, hierbas aromáticas o incluso vino, y donde no faltarán el
queso feta o el hallóumi.
La parte fuerte puede ser a base de
carne o
pescado. La primera, básicamente la de oveja o cabra que son las más abundantes por las características del país, es el relleno fundamental de la conocida
moussaka y de las brochetas. En cuanto a los productos del mar, a menudo es fresco, recién pescado, y se sirve de muchas formas, generalmente acompañado de salsas y especias.
Y por fin llegará el
postre. Dejando aparte la fruta, no deberías dejar de probar el yogur griego ni el
baklava, un pastelillo de hojaldre relleno de frutos secos y bañado en miel.
Sólo faltaría rematar la sesión con un poco de
licor. Aunque en Grecia se toma más bien antes de comer, puedes pedir un vaso de
ouzo, un licor anisado a base de uvas similar al
raki turco.