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Casa Marquesa hotel imperial Hablar de hoteles en México nos lleva inconscientemente a imaginar enormes resorts en primera línea de playa, en zonas de turismo masivo como Cancún, la Riviera Maya o, por la costa del Pacífico, Puerto Vallarta y Acapulco. Sin embargo este país atesora un buen puñado de alojamientos que revisten un encanto especial, en unas ocasiones por su magnífica arquitectura y en otros por los acontecimientos históricos que tuvieron lugar tras sus paredes. La Casa de la Marquesa, en Santiago de Querétaro, tiene la virtud de combinar ambas opciones, ya que se trata de un antiguo palacio construido en 1756 por Alarife Cornelio para Juan Antonio de Urrutia y Arana, marqués de Villar de Águila, que se lo regaló a su esposa Josefa Paula Guerrero y Dávila. Por motivos que se desconocen, ella y su marido decidieron vivir separados y cada uno habitó su propia mansión, a una distancia de 2 cuadras. El palacete está en el número 41 de la calle Francisco Madero, esquina a Allende, y aunque presenta un estilo barroco no faltan elementos de filigrana morisca, especialmente en los arcos. Por lo demás, resultan admirables los enrejados de hierro forjado, la cantera labrada, la capilla y la fachada, de la que no se pudo salvar el escudo nobiliario labrado (se mandó destruir en 1826, ya independizado el país), aunque las sucesivas restauraciones permiten hacerse una idea de cómo fue el edificio en sus buenos tiempos. Como suele ocurrir, la última rehabilitación permitió aprovecharlo para instalar en él un hotel de 5 estrellas, La Casa de la Marquesa. Un establecimiento que proporciona un ambiente de exclusividad reflejado especialmente en sus habitaciones: 10 suites Royal, cada una con su propio nombre (Don Manuel, Alarife, Cristóbal Colón, La Pinta) y otras 3 Imperiales (Doña Trini, El Marqués y Alhambra, esta última especialmente bella). También hay un restaurante que sirve cocina internacional y lo más selecto de la exquisita mexicana (El Comedor de la Marquesa), así como un bar donde se sirven vinos y licores y se respira historia (Don Porfirio). Golf, lavandería, masajes, visitas turísticas y transporte son algunos de los servicios ofertados. Y, claro, no se podía dejar pasar la oportunidad de aprovechar tan espléndido decorado para celebrar allí inolvidables banquetes nupciales o cualquier otro tipo de evento, contándose para ello con la versatilidad que ofrecen el edificio y sus estancias.

Emperadores

Como decíamos al principio, la casa acumula historia entre sus muros. Nada menos que 2 emperadores se hospedaron en ella. El primero fue Agustín de Iturbide, si bien lo hizo en 1821, cuando aún era sólo general del Ejército Trigarante (se coronaría en julio de 1822). El segundo, Maximiliano de Austria, el Habsburgo impuesto por Napoleón III en 1867. Curiosamente ambos terminaron de la misma trágica forma: fusilados, uno por intentar retomar el poder tras una abdicación y otro absorbido por la revolución que lideró Benito Juárez. Y por si no fuera bastante el currículum histórico de la Casa de la Marquesa, en 1916 fue designada por Venustiano Carranza, jefe del Ejército Constitucionalista, como sede de la Secretaría de Relaciones Exteriores (por entonces Querétaro era la capital provisional).
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