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Hoy vamos a hablar del sorprendente Langholmen, el hotel-prisión sueco. Retomamos nuestra clásica costumbre de reseñar esos hoteles que, por determinadas características, podemos calificar de insólitos y quizá te resulten sugestivos para hacer una escapada lúdica. Langholmen

Conoce Langholmen, el hotel-prisión sueco

No es el primer alojamiento que vemos en el que se ha aprovechado una antigua prisión para reformarla y reacondicionarla, con vistas a su explotación hostelera. Pero, como verás, sí que es pionero en ofrecer actividades temáticas relacionadas con el singular edificio. Pero vamos por partes. La cárcel se ubicaba en la larga y estrecha isla sueca de Langholmen (de ahí el nombre), situada entre Kungsholmen y Södermalm, y conectada con tierra firme mediante un par de puentes. Fue un sitio con asentamientos humanos desde la Edad Media (siglo X) y luego se estableció allí una aduana. En 1724 pasó a manos del Estado, que convirtió las instalaciones en un penal para mujeres que estuvo en funcionamiento hasta el año 1975. A partir de ahí quedó en estado de abandono y amenazó ruina, hasta el punto de que algunas partes tuvieron que ser demolidas. No obstante, en 1989 se abrió un nuevo y prometedor futuro con la apertura del hotel. El Langholmen tiene dos partes. Una es el hotel de lujo, con las celdas transformadas en habitaciones aclimatadas, bien individuales, bien dobles, bien familiares, con camas grandes y otras comodidades como un pub, un restaurante situado en una casa solariega de 1670 (gastronomía sueca, por supuesto) e incluso un museo del sitio. La otra parte es para los viajeros con menos potencial económico u otra visión de sus vacaciones: un hostel o albergue juvenil en el que es posible compartir habitación -o celda- con otro viajero pero cuyo confort no desmerece, ya que está en la parte utilizada como prisión real a partir de 1840. Las hay de dos a cuatro huéspedes (en literas) y se pueden reservar con baño. Una pequeña cafetería está abierta día y noche. Sea cual sea la opción, el Langholmen también es interesante para viajes de negocios, ya que cuenta con centro de conferencias moldeable, dotado de tecnología ad hoc y conexión wifi. Además, el visitante tiene una bonita playa a un centenar de metros y un cuidado entrono natural. Y, ahora sí, lo más llamativo y divertido: el poder participar en una fuga con otros clientes. Divididos por equipos y ataviados con el típico traje de rayas de los presos, los huéspedes deben buscar a un interno que tiene la llave a partir de una serie de pistas que te facilitarán para que encuentres el camino a la libertad saltándote la condena. Ojo, que también hay obstáculos, pero al final tendrás tu recompensa en forma de cena: el Menú del Fugado. Ésa es la actividad más original, que no la única. Otra es la de experimentar la vida de un condenado, sentenciado por un juez y encuadrado en alguna de las bandas carcelarias, entre las que se establecerá una competición en diversos juegos. Será casi como volver a la infancia.
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