Compartir:
Turismofobia Barcelona No hace falta ser muy observador para darse cuenta de que el mundo que nos rodea está cada vez más agitado. Quizás siempre lo estuvo, pero que ahora seamos más conscientes de ello porque la información y la imagen son accesibles, para la práctica totalidad, de los que vivimos en esta burbuja de derechos sociales y civiles llamada Occidente. Tenemos demasiados ángulos de visión como para poder afirmar que así son las cosas, porque lo que le favorece a uno, puede perjudicar al otro. Y el blanco y el negro se usan cada vez menos, en favor de una amplísima gama intermedia de grises. Por mi parte, la ventanita desde la que miro y hablo es pequeña y poco importante, pero por eso precisamente, puedo resumir mi vida de una forma muy simple, reduciéndola a tres ciudades: Málaga, Madrid y Palma. ¡Qué casualidad! Las tres son capitales turísticas en toda regla. Cada una a su manera, pero siempre las vas a ver en el panorama de la actualidad turísitica: por sol y playa, por turismo de compras, por museos irrepetibles de importancia mundial como El Prado, por contenido cultural, por turismo culinario, por tener hoteles de todo tipo, por su historia, por festividades locales, por la marcha y vida nocturna, etc. Podemos decir, que son tres capitales bastante populares ¿verdad? En estas tres capitales hay mucha vida. Si a esto además, añado que siempre he vivido cerca o muy cerca, o en el mismísimo centro en cada una de ellas, podrás deducir de una forma un tanto burda o más simple que la mía, que estoy acostumbrado a: ver gente en la calle, tener comercios abiertos casi a cualquier hora, a que me pregunten los turistas por dónde se va a no sé dónde, a usar el transporte público diariamente, y normalmente, a ver los sitios llenos o casi hasta la bandera, cada vez que salgo a disfrutar de mi tiempo libre. Es algo que he vivido siempre, no me molesta ni me agrada en exceso, para mí este resumen vital ha sido siempre así. Por todo esto, me cuesta entender que la turismofobia tenga, o pueda tener un efecto real más allá que el mero boom de un concepto mediático. No entiendo que haya pintadas en ciudades como Barcelona o Palma, que pretendan echar turistas, discriminarles o intimidarles de alguna forma, cuando de hecho, si vienen turistas, esto es signo de riqueza y de flujo de capitales que nos benefician a todos. Además, para bien o para mal, que vengan turistas a mi ciudad, y sea más o menos cómodo circular o transitar por el centro… queridos amigos: vivimos en una capital, es lo que hay. Si estuviésemos en el Sáhara, o en Islandia, quizás el reclamo fuese el contrario. No sé si existirá una corriente similar en ciudades como Nueva York o Tokio, pero a simple vista, no lo termino de ver. Sí que entiendo, por ejemplo, que la masificación es nociva allá donde se presenta. Pero eso es cuestión para resolver, por el que abre la puerta, no por el que presta un servicio, porque éste último se está ganando la vida. También entiendo, que las personas debemos ser responsables cuando viajamos y debemos respetar el suelo que pisamos. Somos invitados temporales en tierra extranjera, y como tales, cuando uno es invitado a una casa, debe comportarse según las normas de la misma. Reza el refrán, que allá donde fueres, haz los que vieres. Pero también donde hay mucha vida y mucho movimiento, éste rebosa y llama la atención. Y si tienes la suerte de disfrutar de un entorno único e irrepetibles, habrá más personas que también lo quieran disfrutar. ¿Metemos a la Gioconda en una caja fuerte para que nadie la vea y así no se estropee? ¿Quiénes somos nosotros para cerrar la puerta a aquello que hemos recibido? La cosa es más fácil y más difícil de lo que parece, porque la clave está en la educación. Aunque hoy, muchos confunden la educación, con el lavado de cerebro, si desde pequeñitos nos enseñan a respetar y a ser abiertos, eso mismo será lo que reproduzcamos cuando seamos mayores y tengamos capacidad de palabra y de acto. Quizás he tenido suerte, supongo que eso también cuenta, de haber podido disfrutar de lo que es una educación abierta, en libertad y de haber topado con mucha gente por el camino. Por eso me declaro turismofílico, porque sé que el intercambio es necesario para que todos crezcamos, y porque cada vez que veo un avión, o dos, o tres, o cuatro volando para aterrizar en el aeropuerto de Son Sant Joan, me pongo contento ¿Sabes por qué? Porque sé que eso significa trabajo para alguien, porque es riqueza para mi ciudad y la isla en la que vivo, porque sé que vivo en un lugar único que la gente, no solamente yo, quiere venir a conocer y a disfrutar… y todo ello, hace que me sienta una persona afortunada. Cuando mucha gente se concentra en un lugar, más en una capital, se puede afirmar que en efecto, hay de todo: buenos y malos, porque de lo uno y de lo otro ha habido siempre en todos los barrios; no solamente cuando vienen turistas. Y antes de ver el Arenal hasta arriba, había visto el Barrio de Chueca hasta arriba de gente en la Fiesta del Orgullo, y las Ramblas de Barcelona también, un día de mercadillo. Había visto la calle Marqués de Larios de Málaga, puesta de gala en la Semana Internacional del Cine, o Sevilla en Semana Santa, Pamplona en San Fermín y Valencia en Fallas. No hace falta ir muy lejos, para saber, que tenemos un tesoro en cada punta. Y como tal, los tesoros, como todo lo que es de valor, si no se descubre y se invierte, lo va perdiendo con el tiempo. Y yo no quiero que eso pase; por eso: Yo ❤ Turismo.   Miguel Lázaro  Un ingeniero agrónomo cualquiera, que se perdió entre el mundo de los viajes y el de los datos. Bloguero políticamente incorrecto en personalidadyrelaciones.com desde 2007, y actualmente responsable del área CRM – Loyalty en Halcón Viajes
Anterior Los 10 mejores sitios para comer en Londres
Siguiente #meetmeviajando Zúrich es cool

Categorías

Artículos relacionados