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Fundada por el zar Pedro el Grande para ser la ventana de Rusia hacia Occidente, San Petersburgo es hoy día para nosotros una ventana a la propia Rusia; una oportunidad de conocer uno de los países más interesantes del mundo al alcance de todos aquellos viajeros que llegan a ella a bordo de un crucero. Porque a veces viajar a Rusia no es todo lo sencillo que cabría desearse (visados, cartas de invitación y otros trámites burocráticos ralentizan el proceso), un crucero por el Báltico es la forma más fácil de acercarse a la cultura e historia de este país sin dejarse la paciencia en el intento. San Petersburgo es una ciudad que enamora. Conocida como “la Venecia del norte” y considerada la capital cultural de Rusia, en San Petersburgo uno podría invertir jornadas completas sin llegar nunca a verla por completo. Por este motivo, muchos son los  cruceros que hacen una parada de al menos dos días en su puerto, ofreciendo de esta forma también la posibilidad de conocer su animada vida nocturna. Una visita a San Petersburgo debe empezar siempre con un paseo por sus encantadores canales, primero en barco y después a pie, para detenerse en algunos de sus más famosos puentes: el puente Pikalov, el puente Anichkov, los cuatro puentes de colores... todos ellos con su historia que contar. Tras esa primera toma de contacto podemos pasar a recorrer las entrañas de la ciudad a bordo de su metro, el más profundo del mundo y cuyas estaciones, en clara competición con el metro de Moscú, son un museo en sí mismas. En una ciudad con tantísimo patrimonio en forma de plazas, monumentos y museos, hacer una selección de las cosas que más nos apetece ver es fundamental. La Fortaleza de San Pedro y San Pablo, la Iglesia del Salvador sobre la Sangre Derramada, la Plaza del Palacio y la Catedral de San Isaac son imprescindibles, pero tampoco podemos olvidar reservar al menos un par de horas para hacer una rápida visita al Museo Hermitage. Por último, un paseo por la animada calle hasta la Avenida Nevsky para terminar con un café en los alrededores de la plaza Sennaya nos permitirá acercarnos al corazón y conocer la faceta más humana de esta  capital del Báltico que no deja a nadie indiferente.
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