Muy difícil, casi imposible responder. De cada viaje te guardas recuerdos, sensaciones y emociones en forma de estampa de esas cosas agradables grabadas en la memoria, y entre  las que es  muy difícil elegir: La primera vez que vi el Big Ben en Londres o la Torres Eiffel en Paris, Venice en Miami, la Quinta Avenida en NY, las cataratas de Iguazú,  encontrarte con el “Perito Moreno”…el olor en  el Mercado de las Especias de Estambul, los “aguadores” de  Djema el Fnaa en Marracheck, disfrutar de una copa con los amigos siendo aún  de día a las tres de la madrugada en Djurgardën, amanecer  en la Posada de la Misión en Tasco y el atardecer en las playas de Zihutanejo . Destinos a los que nada tiene que envidiar un paseo por el Valle de las Batuecas, un recorrido en canoa por las Hoces del Duratón o una tarde de paseo en la Cáceres Monumental. Me considero muy afortunado por poder disfrutar de una profesión que reporta tantas experiencias inolvidables. Pero si he de elegir uno, en este momento, me quedaría con Vietnam.

¿Cuándo, con quién y cómo llegaste?

De nuevo gracias mi trabajo, he tenido la fortuna de estar en varias  ocasiones, y en cada una de ellas he descubierto cosas diferentes y también he conocido su evolución político-social y por extensión el modo de pensar de sus gentes. Lo he visitado siempre con clientes y puedo presumir de considerarles amigos un tiempo después en parte gracias al destino. Siempre volé vía París.

¿Porqué elegiste ese destino, qué te llevó allí?

 Digamos  que en mi caso era el cliente quien  elige destino,  condicionado por el conocimiento del mismo que yo ya poseía y sobre todo por como transmitirle lo que puede esperar del mismo.

¿Cuál fue la mejor experiencia de todo tu viaje, una anécdota que destacarías o algo nuevo que aprendiste con él?

Aprendo cada vez que visito un lugar. Creo que es importantísimo viajar con la mente “reseteada” y  sobre todo estar predispuesto a observar y aprender, más que a juzgar. Es un buen método para evitar desilusiones y también para sorprenderte con cada nuevo descubrimiento o experiencia. O sea, un buen método para guardar gratos recuerdos en cada uno de los viajes.

 La mejor experiencia en Vietnam fue descubrir un pueblo milenario, amable, trabajador…personas muy cercanas y con ganas de crecer como pueblo y un espíritu de servicio encomiable. Gente con ganas de conocer que hay más allá, aprender y también aportar a l resto del mundo.

 La anécdota inolvidable y que tengo grabada a fuego en mi memoria fue descubrir cómo un millón y medio devietnamitas podían montar en medio millón de motos. Increíble, bajar del avión después de tantas horas de vuelo, pasar los controles de seguridad y salir a la calle. De repente te ves sumergido en el caos más absoluto, motos por todas partes. Motos con una, dos, tres personas; con familias enteras y una gallina o un perro; o bicis donde el conductor puede conducir y llevar una bandeja llena de cuencos de sopa y “la sopa no se le cae”. Un caos “controlado” y dónde sorprendentemente todos sabes dónde y cómo ir. Algo parecido a El Cairo pero con millones de motos y mayor descontrol “aparente”.

Recomiéndanos un lugar concreto, una comida y el mejor momento del día en el lugar.

 Lugares concretos varios, si tienes fortuna y encuentras un día soleado es impresionante navegar en Ha Log, o visitar la Delta del Mekong para ir en canoa a cenar a My Tho y coincidir esto con el atardecer, el Puente Japonés de Hoi An, las montañas de Sapa y sus gentes… muchos.

Una comida: sin duda Rollitos al estilo Hue. Que sorprendentemente es mucho más fácil encontrarlos en determinados restaurantes en Ho Chi Min que en la propia Hue.

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