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Blogshalcon-hoteles-Casa do Castelo de Andrade Si el atractivo de los destinos mediterráneos está en el buen tiempo, el célebre binomio sol y playa, la gran baza de la España del norte es el paisaje verde, los prados, los bosques, las montañas... Un buen muestrario de esto está en Pontedeume, La Coruña, a las puertas del Parque Natural de las Fragas do Eume, donde hay un bello hotel que promete una estancia especial: la Casa do Castelo de Andrade. El castillo de Andrade fue construido por el conde homónimo, Fernán Pérez de Andrade, entre 1369 y 1377. Es un pequeño baluarte medieval -con macabra leyenda y todo- que dominaba las tierras del señorío y permitía vigilar las rías de Ferrol, Ares y Betanzos y sólo se utilizaba en caso de peligro (los condes vivían en el palacio de la villa). Hoy apenas queda más que su torre del homenaje, de 20 metros de altura, y la granja, que es donde se ha ubicado el hotel. Situado a unos 7 kilómetros de la villa y compuesto por 3 edificios en una finca de un total de 60.000 metros cuadrados, la Casa do Castelo de Andrade probablemente tenga 3 siglos de antigüedad en su parte más vieja, de ahí la rehabilitación casi integral que tuvo que llevar a cabo Alberto Molares cuando decidió montar su negocio de turismo rural. Para ello usó materiales nobles y tradicionales (piedra, madera de castaño, cal con pigmentos naturales...) en unos trabajos que le llevaron más de año y medio.

Ambiente rural

El resultado: una casa principal para recepción, salón con chimenea y grandes ventanales y comedor con lareira (hogar en gallego). Cinco de las diez habitaciones dobles con baño, de las que dos son especiales (de invierno y de verano), están en la casa mientras que otras tantas se hallan en lo que antaño era el pajar. Una de ellas tiene bañera de hidromasaje y cinco cuentan duchas de ese tipo. Todas con camas grandes, colchones de látex, fundas nórdicas y sábanas de algodón bordado. Además, una está adaptada para discapacitados. El pajar, con suelo de pizarra y vigas de madera den el techo, también alberga un salón con chimenea y la biblioteca. Atencion a un detalle de esta última que no debe pasar desapercibido por su encanto: las columnas que sostienen las estanterías son viejos troncos de árbol. Y es que la decoración de todo el sitio ha sido cuidadosamente seleccionada, con muebles y detalles obtenidos de anticuarios y tiendas de artesanía con la intención de reproducir el ambiente tradicional gallego. Aunque este hotel rural no tiene restaurante sí se preparan desayunos caseros típicos, de amplia variedad y con coste aparte (9 euros). Y la estancia se culmina con la posibilidad de realizar actividades en el entorno, desde jugar al golf (el club Miño está a tres kilómetros) a hacer rutas a caballo (escuela de equitación de Vilarmaior) pasando por las rutas de senderismo de diversas distancias, conocer parte del Camino de Santiago (el llamado Inglés) o ir siguiendo la Ruta de las Cantinas, entre otras más cosas.
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