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Si fuera una persona diríamos que le miró un tuerto o que se le cruzó un gato negro, pero se trata de una máquina. Eso sí, con bastante mala fortuna hasta ahora: la gran esperanza de Boeing, el B-787 Dreamliner, acumula incidencias desde antes de empezar a operar y estos días ha sido noticia por un fallo en la batería que ha provocado que se le haya prohibido volar, al menos temporalmente. Este avión de tamaño medio y fuselaje ancho prometía convertirse en el gran protagonista de los cielos en los próximos años por sus prestaciones, ya que está concebido para consumir hasta un 20% menos de combustible gracias a los materiales de su fabricación, mucho más ligeros. Asimismo, el interior se ha diseñado de manera que el pasajero viaje con más comodidad, incluyendo una mayor humedad ambiental. Con una longitud de 56,69 metros, una anchura de cabina de 5,9 y una envergadura de 60, puede transportar entre 242 y 280 personas, segun el modelo y las clases que se establezcan a bordo. Puede alcanzar una velocidad de 954 kilómetros por hora y una autonomía entre 14.200 y 15.00 kilómetros. El germen del Dreamliner nació a mediados de los años noventa con el objetivo de revitalizar las ventas de Boeing, que se quedaban atrás frente a su competidor principal, Airbus. La compañía japonesa All Nippon Airways fue la primera en hacer un pedido, sumándose otras poco después. Los problemas empezaron en 2006 en forma de demoras por sobrepeso y continuaron en el verano de 2007, cuando hubo que aplazar el vuelo inaugural al no llegar a tiempo algunas piezas. Fue el primer retraso de una larga serie consecutiva que no terminó parcialmente hasta diciembre de 2009, fecha en la que se hizo el primer vuelo de prueba. Pero luego surgieron nuevos contratiempos técnicos y hubo que esperar a octubre de 2011 para el primer vuelo oficial, a cargo de la citada compañía nipona. No obstante, continuaron los incidentes, menores eso sí: resquebrajamiento de una ventanilla, fugas de combustible y, el más importante, el mal resultado de las baterías de iones de litio, que ha llevado a las autoridades de casi todos los países a suspender las operaciones del Dreamliner. El problema es la tendencia, peligrosamente frecuente, que parecen tener estas baterías a quemarse. Por eso el medio centenar de unidades de B-787 que hay en activo se tendrán que quedar en tierra hasta que se solvente la cuestión. Entretanto, Boeing sigue fabricándolo con plena confianza. Y no es de extrañar, ya que el proyecto costó 35.000 millones de euros y hay 57 líneas aéreas que han hecho pedidos, en total unos 850 aparatos pendientes de entrega.
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