Aunque el principal destino turístico de
Marruecos para las
vacaciones suele ser Marrakech, ciudad enlazada con España por una buena oferta de
vuelos, lo cierto es que el país tiene otros lugares que te resultarán igual de interesantes y bellos. Uno de ellos es, sin duda,
Fez.
Ubicada a unos sesenta kilómetros de
Meknés, otra urbe histórica que merece la pena ver, Fez fue la primera capital allá por el año 809, fundada por
Mulay Idriss II, hijo del Idriss que creó la primera dinastía musulmana. Te podrás imaginar, pues, que no escasean los monumentos y atractivos.
Por ejemplo, Fez acoge la
universidad más antigua del mundo (la de Karaoudiyine) y sus talleres de
artesanía tradicional constituyen una visita por sí mismos. Asimismo, las mezquitas y
madrasas (escuelas coránicas) que salpican su casco urbano resultan un acicate para muchos más allá de la religión.
Casco urbano. Cuando hablamos de esto en referencia a la vieja medina,
Fez el-Bali, hay que hacer un capítulo aparte porque Fez puede presumir de poseer el casco antiguo peatonal
más grande del mundo. Tanto que, sin plano o guía, podrías necesitar días para encontrar la salida por aquel laberinto de estrechísimas callejuelas, escaleras de piedra, fuentes, puertas monumentales y murallas.
De este de este espectáculo urbano tendrás panorámicas espléndidas si subes hasta las
tumbas merínidas (que son del siglo XIV y se encuentran en una necrópolis junto al fuerte Chardonnet) para ver Fez desde lo alto, con sus tejados verdes y sus minaretes; hasta te parecerá una metrópolis tranquila, silenciosa, percepción que no es del todo exacta por supuesto.
Rincones fundamentales
Visitar esa abigarrada masa arquitéctónica de adobe podría llevarte toda una jornada en el mejor de los casos, así que, dependiendo del tiempo que tengas para dedicarle, no deberías perderte algunos
rincones fundamentales.
Por ejemplo, las
madrasas Bou Inania y los Alttarines, ambas del siglo XIV; la tumba del citado Mulay Idriss; las mezquitas de los Andaluces (de la misma época que la universidad, el siglo IX) y de Karaouyine; los bellísimos mosaicos que decoran la fuente Einejarine; o la grandiosa puerta de entrada a Fez el-Bali, la Baj Boujloud.
Como decíamos antes, de camino podrás ver a artesanos ejerciendo sus
oficios tradicionales: los alfareros, los que trabajan la piedra, los orfebres, etc. Mención especialísima para los
tintoreros y
curtidores de pieles, cuyas tinas de colores para teñir se disponen en terrazas... y huelen tan terriblemente que te darán hojas de menta para poner en la nariz.
No podemos concluir esta breve reseña sin aludir al que fue el producto por excelencia de la ciudad hasta que en el siglo XIX se empezó a fabricar en otros países, como Turquía; nos referimos al
fez, ese icónico gorro rojo que cada vez, por desgracia, se ve menos.