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Era una tarde de lluvias en la indonesia isla de Bali cuando Kevin Kumala estaba sentado en la terraza de un bar viendo pasar una fila de conductores enfundados en ponchos de plástico desechable. Cuando la lluvia cesó, la mayoría de los ponchos habían sido abandonados y algunos de ellos, pensó, podrían acabar en una montaña de plástico o bien flotando en el mar. [caption id="attachment_46707" align="aligncenter" width="580"]Foto de Adobe stock Foto de Adobe stock[/caption]   Kevin había regresado a su Bali natal en 2009 después de vivir durante una década en Estados Unidos. El escenario que se encontró fue dramático: lo que antes eran hermosas playas, ahora estaban cubiertas de montañas de basura que podría acabar fácilmente en el mar. Alrededor de 3,2 millones de toneladas de plástico contaminaban las aguas indonesias en 2010, según una investigación de Jenna Jamback publicada en la revista Science en 2015. Esta cifra lo sitúa en segundo lugar en el mundo, sólo por detrás de China. El principal problema es que este vasto archipiélago (17 mil islas) cuenta con numerosas costas y las probabilidades de que los plásticos acaben en el mar son muy altas. Indonesia es un país en vías de desarrollo y superpoblado (261 millones de habitantes) que no cuenta todavía con un sistema apropiado de reciclaje de basuras. En la turística Bali, se suma además el turismo que llega masivamente a la isla dejando toneladas de residuos. El científico comenzó a trabajar en una solución. Kevin considera que es “poco probable” un cambio de comportamiento en masa para hacer que la gente comience a “utilizar menos plástico y recicle más”, por lo que reemplazar las bolsas por otro material es, para él, la única solución posible. Las bolsas de plástico convencionales pueden tardar hasta 300 años en biodegradarse. Kevin encontró lo que estaba buscando en la yuca, una planta endémica de Indonesia. Gracias a este material, las bolsas pueden ser convertidas en compost en menos de 100 días y ser digeridas por los animales marinos sin ningún riesgo. El creador asegura orgulloso que no hay otro producto similar que haya pasado por “todos los test de toxicidad oral”. El precio de cada bolsa es de 0,4 céntimos de euro, más del doble de lo que costaría una bolsa de plástico normal en Indonesia, pero la satisfacción es utilizar un producto respetuoso con el medio ambiente. Desde que comenzó la producción masiva de plásticos en los años cincuenta, hemos generado 8.300 millones de toneladas métricas de plástico y sólo el 9% se recicla. La mayoría acaba en vertederos sin tratar o descuidado en el medio ambiente. Un estudio advierte que, al ritmo del consumo actual, el peso del plástico en el océano superará al de los peces en el año 2050. En 2014, junto a su socio Daniel Rosenqvist, Kevin emprendió la empresa Avani Eco que produce otros artículos desechables como ponchos, bolsas de plástico, contenedores de alimentos hechos de caña de azúcar o pajitas hechas de maicena. Kumala, y su socio Daniel, ya están listos además para expandir sus exportaciones y esfuerzos. Actualmente están negociando introducirse en Dufry, un minorista que opera en alrededor de 2.200 tiendas libres de impuestos y Duty-paid. En este momento, las bolsas están en uso en las tiendas Dufry de Bali, pero las negociaciones están en curso para ofrecer las bolsas en sus tiendas en otros países del sudeste asiático. Según explica Daniel, están negociando con “algunos socios potenciales en áreas estratégicas para establecer empresas mixtas o para otorgarles derechos exclusivos de distribución. “En 2018 continuaremos centrándonos más en la expansión internacional,” explica.“Tenemos peticiones de casi todos los países del mundo”.   Ana Salvá Responsable de contenidos de Halcón Viajes. Periodista y reportera nómada.

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