El gobierno etíope construyó hace unos años una presa hidroeléctrica para surtir de energía al país, de modo que se desvía hasta un 85% de su cauce. Aún así, el paisaje sigue siendo maravilloso, llegando a superar los 400 metros de ancho en la caída del agua en la estación húmeda. Durante la estación seca cae tan poco agua que parece otro paisaje completamente diferente.
El primer europeo en llegar al lugar fue el misionero jesuita y español Pedro Páez Jaramillo en el siglo XVI, quien escribió Historia de Etiopía. A pesar de que el religioso fue la primera persona no autóctona en encontrarse con el paisaje, está considerado el descubridor “oficial” del lugar el geógrafo escocés James Bruce, quien había pasado 12 años de su vida en busca del territorio.
La vegetación que crece alrededor de esta caída es realmente abundante y diversa. Muy cerca, bajando el cauce del río, también podéis ver un puente de 8 arcos, que se conoce como el primer puente de piedra de Etiopía, construido en 1626 por el rey Sunseyos.
Las aguas del Nilo Azul llamado Abay en etíope, terminan en Sudán, país en el que comienza el Nilo Blanco. Para llegar al paraje hay que caminar por ciertos senderos y aparcar los vehículos a cierta distancia.